sábado, 18 de mayo de 2013

Águila de Plata


Cuando se eleva, disolviéndose
en el hueco azul del mundo,
recogiendo cuál águila sus patas,
las  cuencas oscuras de mis ojos
se inundan, y nublan  la esperanza.

En su vientre de plata te recoge,
despertándote del sueño transparente
y el espejo tallado en esmeraldas
te sumerge en un  tiempo diferente,
que te ahoga, y crece la nostalgia.


16.1.1980

Norma García Coirolo

 

La Camiseta Testigo


La camiseta yacía sobre la cama, las sábanas revueltas, mudo testigo del amor prodigado en la madrugada.

Era de “ella”, pero la usaba “él”. La camiseta   guardaba su aroma, era el sello indeleble, como una huella dactilar impresa. Podría presentarse a juicio como prueba, de abrazo y pasión, de la noche cómplice, que despertaba al día.

Ahora un ovillo, sin forma olvidado  en la cama.

El horario tirano, reclamaba para sí, la atención de la mañana, el vestirse de prisa, cruzar pocas palabras, del baño a la cocina, un beso, una mirada.

Mientras la camiseta, repasaba la noche, la luna, las caricias, los besos, la pasión desatada. Ahora estaba quieta, fría y deformada. No dibujaba la piel, la tensión de los músculos, el volumen del cuerpo, la espalda humedecida, el calor que guardaba. 

Montoncito de tela húmeda, ahora abandonada sobre la lavadora, pronta para ser lavada. Desde el “ojo de buey” de la máquina puede verse que gira. Sacudían la tela,  el jabón, la lejía, la  impregnaban de aromas de lavanda, mientras la centrífuga daba cuenta del agua, la exprimía con saña.

Ahora ya blanca y mojada, aguardaba  su viaje en palangana, para que las manos de ”ella” , en la cuerda de la azotea la colgaran.  Bendecida por el viento y el sol, al atardecer, “ella” la recogía y después la guardaba.

La dejaba en el estante doblada. Allí esperaba la noche y que la luz de la portátil, iluminara el interior del placard, era la señal que esperaba.

“Él” la tomaría en sus brazos,  para mimetizarla, volvía a ser parte de la noche, de la luna, la lluvia, del calor, hasta el alba.

Muda y  sin voz,  nadie se fijaba en ella, el viaje por las estaciones recién comenzaba.

Pero llegaría el día fatal dónde “ella” la desechara, el tejido ya flojo, el color ha cambiado, y los recuerdos que guarda, impresos en la tela, ya no le gustaban.

La camiseta dobladita y limpita, en la bolsa de nylon, aguarda, ahora  para ser regalada.      


    
                                                                                  
5.5.2013
Norma García Coirolo