viernes, 19 de abril de 2013


    

El Pollo “embotado” o el Gallo Pelado



La gallina contaba: Esta es la historia del Gallo Pelado.

El padre llegó a la casa, como siempre en la tardecita. El invierno comenzaba a sembrar frío y oscuridad. Traía una cajita con agujeros y algo se movía dentro, como si rasguñara el cartón.

Las dos hijas la miraban con curiosidad infantil y ansiedad, por saber que contenía.

Estaban reunidos en la cocina, al calor de las ollas, en que se cocía la cena.

Al abrir la caja, allí estaba, chiquito, amarillo, muy suave, era un pollito.

¿Cómo cuidarlo, pensó la gallina, durante la noche con el frío del invierno? Casi adivinó el pensamiento de las niñas, que ya tenían la solución. ¡Ah!, una botita escocesa, afelpada, de una de ellas, le serviría de refugio caliente nocturno.

Durante el día, agua, ración y mimos y por la noche a la bota.

Pasó el tiempo y fue creciendo, ya en una caja mayor, no necesitaba la bota. Ahora ya se quedaba en el Galpón, aunque eran ellas, las que seguían alimentándolo y mimándolo.

Cuando llegó la Primavera, ya pintaba un pollo grande, color anaranjado fuerte, con patas largas, muy elegante y fue trasladado al Gallinero.

Poco faltó, el Gallo que habitaba en él, se hizo presente. Su pico duro y fuerte, su cresta roja, las plumas azules verdosas que le crecieron en la cola, las alas de color oscuro, rojo anaranjado, que batía fuertemente y el canto en el amanecer, que dejaba claro quién era el “Rey del Gallinero”, aunque seguía siendo un “pollito” para las niñas.

El padre y la madre se encargaban de alimentarlo, mientras se pavoneaba frente a nosotras las gallinas, batiendo las alas. Ellas lo observaban detrás del alambre, por miedo a los picotones.

Hasta que comenzó el Verano y en la casa se anunciaban las fiestas de Diciembre.

En la cocina la madre atareada, preparando los “quitutes”, manjares dulces y salados, acostumbrados para esas fechas.

Era de mañana, y llegó el Tío, rápidamente se armó la rueda de pizza y mate, y el habló de preparar el “Pavo”. Las niñas distraídas en sus juegos, no atendían ni entendían la conversación de los mayores.

Cuando se percataron, el Tío entraba al gallinero, el alboroto de las gallinas que cacareaban y escapaban con vuelos cortos, porque tenían cortadas las alas, el gallo que lanzaba picotones, cantaba y trataba de alejarse, de aquel ser que poco conocía, y los gritos y llantos de las niñas, que querían que el Tío saliera del gallinero, en un momento todo se convirtió en un caos infernal.

¡Cuál no fue nuestra sorpresa, cuando el Tío se llevó al Gallo! No pudo ser un Gallo en fuga, porque alcanzado en el gallinero, entre cacareos y plumas que volaban, fue arrancado de nuestra compañía.

¿Porqué estaba allí el Tío?, ¿Qué era lo que quería hacer con el pollo, digo Gallo? ¿Por qué no lo sacó el padre o la madre, que siempre le daban de comer? Las hijas no salían de asombro, miraban la escena con algo de angustia. ¿Que iban a hacer con su querido pollo?

Entonces en un abrir y cerrar de ojos, allí estaba “él”, colgando de una pata, y el Tío le hacía beber caña, para ablandarlo. Después le cortó la cabeza y la madre ya tenía el agua caliente, para desplumarlo y cocinarlo, para ser servido como plato principal de la cena de la noche.

Ellas no olvidarán nunca la escena, el Tío fue el encargado aquella mañana, de convertir a nuestro bello Gallo, en deliciosa cena de Nochebuena, que una de las niñas no probó como muestra de su disgusto, por la muerte del pollo.

Así, “Listo el pollo y pelado el Gallo” termina el cuento del pollito embotado.





11.4.2013

Norma García Coirolo




Nota: Quitutes: Delicias dulces y saladas.








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