martes, 16 de abril de 2013

La otra y yo


                                                            La otra y yo

En realidad es a la otra a la que le ocurren las cosas. A mi me gusta el silencio, la soledad, que se ve interrumpida, cuando aparece la otra.
Ella es espontánea, se desliza como un tigre, observa, actúa por impulsos. Sus palabras son seguras, no duda, se presenta fuerte, su presencia se nota en el conjunto.
Allí no hay nada mío, me muevo en la quietud, entre los colores de las pinturas  y la Bic con la que escribo palabras hilvanadas, que aún no han sido dadas al viento. El color y  la música me acompañan, sin voces que perturben, la armonía del sonido y los matices.
Ella se impone, es temeraria, a veces casi violenta, pero también se repliega y acecha el momento para dejar sentado los motivos de sus actos.
Son intuitivas, pero yo nado en la intuición y descubro los otros de los otros.  Ella los percibe desde sus dichos, sus actitudes, su lenguaje gestual y se calla.  Guarda para si la experiencia y me la transmite, y es lo que me salva.  Somos un cangrejo, ella es la caparazón y yo el interior, blando y a salvo.
Es una unidad intransferible, dónde las dos son una,  y sin sus diferencias no podrían existir.
Alguien la llamó “Vikinga”, por su apariencia externa, pero también algunos me conocen  como, suave, solidaria, “aconchegante” como dicen en Brasil.
Como dice Borges: “me reconozco en el rasgueo de una guitarra”, en el color de los pinceles y en las palabras que van quedando garabateadas en el papel.
Las dos me habitan y en las dos confío, y la historia podría ser contada por ambas, no hay fronteras entre ellas, y el tiempo se encargará de asegurar su recuerdo o su olvido.


7.4.2013
Norma García Coirolo



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